PASA EN VATTAKANAL – Un chocolate por un beso desde que conocí a la señora más linda desde que llegué a India

¡Qué linda que es Sara! ¡Qué bueno es despertarse cada mañana sabiendo que apenas cruces la puerta te van a regalar una de estas sonrisas!

Así es desde la primera vez que la vi, cuando todavía bajando el camino de bienvenida a Vattakanal las rocas me dieron un respiro y pude levantar la cabeza. La noche estaba oscura y no me dejaba adivinar de una lugareña mucho más que su enorme sonrisa, pero fue lo único que necesité para darme cuenta de cuán especial era la persona que estaba conociendo en ese mismo momento.

Me acuerdo que lo primero que le dije, todavía sin conocerla, fue que me encantaba su sonrisa. Más tarde, con el correr de los días y viviendo en una de sus habitaciones, me enteré un poco más de su historia. Durante más de la mitad de su vida Sara dedicó cada mañana a recorrer la montaña entre pueblo y pueblo junto a una vaca. Colina abajo la esperaban los productores de yogurt y queso a quienes les vendía la leche que ordeñaba in situ. Una vez visitadas varias aldeas, emprendía la vuelta en subida. Siempre con su compañera inseparable, esa fue su rutina hasta cuando hace 15 años tuvo una idea que le cambiaría la vida.

Fue toda una visionaria, la primera en ocurrírsele recibir turistas. Empezó con una habitación y de a poco fue construyendo varias casitas. Hoy ya no tiene su vaca, ni baja y sube escalinatas interminables de rocas. Dedica su tiempo a ser feliz y hacer amigos. A mí su sonrisa me puede, me llena de energía positiva. Cada vez que la veo nos quedamos charlando mientras me agarra las manos y me acaricia. Entonces le regalo un chocolate, y además de su sonrisa, me llevo el beso de cada día.