“En el sudeste asiático, no importa lo que necesites, siempre vas a tener a alguien listo para satisfacértelo” deslizó hace dos años un amigo cuando ante mi inminente primera visita al otro lado del mundo las diferencias culturales y de lenguaje hacían que me preocupara hasta por si iba a poder conseguir pasta de dientes.
Más ingenuo todavía me sentí cuando al llegar por primera vez a Khao San, el centro neurálgico del barrio de mochileros en Bangkok, me topé con varios puestos callejeros que junto al cartel de “No Photo” exhiben (y ofrecen) cantidad y variedad de identificaciones falsas a quien sea que las desee.

Los mismos percheros en donde se cuelga la ropa de una feria sirven para anunciar liquidaciones bastante curiosas.
Desde un ignoto estudiante que gracias a su “ISIC Card” consigue módicos descuentos para entrar a museos hasta el más escurridizo agente del FBI o del recontra-espionaje, sólo es necesario contar con 2 horas, alrededor de 300 Baht (U$S10) y una foto coqueta para que la que a uno mejor le siente se transforme en su nueva identidad.
Se trata de un trámite simple y eficaz. Y así como a uno no le tiembla el pulso a la hora de comprar un Pad Thai por 40 Baht (U$S1,3) o tanto como no tiene escrúpulos al pedir un extra de leche condensada y salsa de chocolate para su roti de banana (símil panqueque), tampoco ha de sentirse pecaminoso ni afligido cuando recibe una tarjeta plastificada con el rótulo “INTERPOL” debajo de su nombre. Es que el ojo de ley Thai pululea la zona cada noche desde arriba de los patrulleros y parece no sólo estar al corriente de este tipo de trapisondas sino también ejercer la vista gorda al respecto.
Se trata de un clásico entre las curiosidades de una de las calles más excéntricas del planeta. Allí mismo en donde abundan occidentales comiendo cucarachas voladoras gigantes, lo propio sucede con puesteros que con la cola entre las patas se esmeran para mover sus carritos del medio hacia el costado de la calle cada vez que pasa un móvil poicial. Aunque eso sí, parecerían hacerlo tan sólo como diciendo “ojo, que vendemos identificaciones falsas, seguro; pero cortando el tránsito de una calle que por motus propio se transforma cada noche en peatonal, jamás”.
Mientras tanto, los registros de conducir nacionales e internacionales, las credenciales de empresas, los diplomas habilitantes, los certificados de discapacidad y los títulos universitarios entre otros, siguen y van a seguir, en Khao San, a disposición de quien así lo requiera.
04/06/2013
Asia, EL VIAJE, Tailandia