Entre las tantas peculiaridades del día a día tailandés, una de las muy curiosas es la cantidad de puestitos improvisados que hacen las veces de “rescatistas ruteros”, especialmente útil para viajeros despistados.
¿A quién no le pasó de, tras calzarse a lo Lorenzo Lamas un pañuelo en la cabeza, sentir que nada ni nadie podrían interponerse en su idilio con los paisajes ruteros? Desayunarse en el medio de la nada de un país desconocido con la aguja muerta contra el “Empty” del tanque de combustible y la moto renegada, corcoveando porque ya no le llega ni el olor de lo que había, puede hacer que uno tenga ganas de quitarse de la cabeza el pañuelo para ponerse a llorar largo y tenido.
Pero el medio de la nada thai está harto preparada hasta para lo peor que le puede pasar al desprevenido. Por más pequeña que sea una aldea, y aunque seguramente allí no haya estaciones de servicio, siempre aparece una abuela que se sabe todos los secretos que conlleva la preparación de una noodle soup, un artesano a quien le fluyen historias de sus manos o un rey de las chucherías que, además, venden nafta al paso en botellas de litro.
¿Qué es lo que pasa como para que incluso en el medio de las ciudades se sucedan los puestos, negocios y casas de familia que exhiben en sus veredas botellas de whisky, ron, vodka o gaseosas como la ganga del día? Muchos de estos negocios tienen muy poco o nulo movimiento cotidiano de mercadería. Llenar las botellas un poco menos que a tope (por lo general contienen entre 0.8 y 1 litro) e intercambiarlas por la módica suma de 40 Baht significa para una de estas familias humildes la posibilidad de conseguir igualmente el ingreso mínimo con el que comer ese día y, así, subsistir hasta el siguiente.
De esta manera, detrás de lo que un occidental ve como una curiosidad que lo salva de un mal momento, para un tailandés puede significar su medio de vida.
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[…] Para cargar nafta, al igual que en Tailandia, acá también hay mini-estaciones de sertvicio formato botella de litro. […]