Caza, maltrato, tortura y tráfico de ejemplares salvajes en “El Reino de los Elefantes”.

18/06/2013

Asia, EL VIAJE, Tailandia

viajoscopio.com - Koh Samui, Surat Thani, Tailandia -89
¿Cuánto pagarías para que te pasen a buscar por tu casa y te lleven a un lugar lejano, desconocido e inhóspito en donde mediante torturas vas a aprender, te guste o no, cómo comportarte de formas en que jamás lo harías? ¿Y para que después de olvidarte quién sos tus mismos torturadores te obliguen a ir en contra de tu naturaleza así pueden llenarse de plata? ¿Y para dar un paseo en elefante?

Una vez anduve en elefante

La primera vez que vine a Tailandia pagué por un trekking que incluía andar en elefante. Cuando uno hace algo por el estilo se visualiza como uno más de los miembros de una manada que recorre feliz esa sabana natural que es su casa. Por algo estamos en el reino de los elefantes, una nación que en tiempos pasados se apoyó en sus bestias a la hora de forjarse como tal (utilizándolas como animal de carga en la industria de explotación de la teca) y en donde por eso las respetan, aman y adoran, ¿no?

Nada más lejos de la realidad. No hace falta ser un erudito en ecología y medio ambiente para, ni bien toparse con el elefante con el que uno planeaba entablar una amistad, percatarse de lo mal cuidados y sobre explotados que están todos y cada uno de ellos. Empezando por la violencia con que les pegan sus mahouts (“cuidadores”) para indicarles cómo moverse, siguiendo por huesos a la vista, pieles peladas y cayos a montones como consecuencia de las monturas y correas con las que se los carga, y terminando por las tobilleras de acero a las que se les aferran las cadenas cuando no trabajan, a cualquier ser humano que tenga un mínimo de amor por los animales en general y por los elefantes en particular se le esfuman instantáneamente aquellas ganas de “pasear”.

Todo lo que uno pudiera haberse imaginado pierde el sentido cuando se da cuenta de que su felicidad depende del sufrimiento del animal.

Un mahout, "su" elefante y su palo.

Un mahout, “su” elefante y su palo.

Selección no natural

Hace unos días, cuando recorría la isla de Koh Samui en el Golfo de Tailandia, me encontré con uno de estos parques de aventuras en donde se ofrecen safaris en elefante. A pocos metros del estacionamiento había tres de ellos, incluyendo uno pequeño que, a pesar de verse bastante bien nutrido, con su voracidad a la hora de comerse los yuyos que me sacaba de la mano me hacía pensar lo contrario. El hambre que pasaba y la poca comida que había dentro del radio de su cadena hizo que se me viniera a la cabeza mi primera experiencia con elefantes en Tailandia: “¿cómo habrán sucumbido tan gigantes a manos de estos energúmenos? ¿qué hacen acá? ¿nadie dice nada?”

Desesperado (pero con mucho cariño).

Desesperado (pero con mucho cariño).

En enero del 2012 tanto la prensa tailandesa como la internacional denunciaron la caza de elefantes salvajes dentro del “Kaeng Krachan”, el parque nacional más grande del país. Como consecuencia de ello, se allanaron varios de los parques temáticos que hacen plata a costa de la libertad y naturaleza de sus esclavos. El resultado fue de 26 ejemplares confiscados, uno de los cuales murió al poco tiempo.

Un siglo atrás el reino de los elefantes gozaba de 100.000 ejemplares salvajes, pero de aquel tiempo a esta parte, y aunque el número es difícil de calcular, se estima que se ha reducido a la escalofriante cifra de alrededor de 5.000, la cual es todavía peor si le sumamos que la mitad de ellos viven en cautiverio. A pesar de que una ley de 1939 exige la declaración y posterior identificación de cada elefante que se tenga domesticado, la cada vez mayor demanda de elefantes asiáticos por parte de la industria turística (tanto tailandesa como de países vecinos) y el largo tiempo que necesitan la especie para reproducirse hacen que la caza de ejemplares salvajes siga vigente y creciendo día a día.

Mientras que el Departamento Parques Nacionales (DNP) estima que entre 20 y 30 elefantes salvajes bebés son contrabandeados en el mercado turístico tailandés cada año, algunas ONGs aseguran que podrían ser en realidad más de 100. Se los secuestra con el fin de lucrar con paseos y espectáculos circenses y callejeros, cuando no para el tráfico del marfil y hasta de su carne.

En los lugares en donde los tienen hay muy poca comida, y cuando no trabajan están encadenados.

En los lugares en donde los tienen hay muy poca comida, y cuando no trabajan están encadenados.

Quebrantar el amor entre dos

Alcanzando las 5 toneladas, el elefante asiático se erige como el mamífero más grande del continente y como tal, el proceso para domesticarlo y obligarle a hacer cosas como bailar, pintar, jugar al fútbol, tocar instrumentos y otros no es algo que pueda llevarse a cabo sin impartirle miedo y dolor. Conlleva, de hecho, una cantidad y calidad de torturas tan horribles que son difíciles de imaginar.

Ya el sólo nombre del ritual pone los pelos de punta: Phaajaan significa en tailandés quebrantar el amor entre dos y se refiere en este caso al bebé, que luego de ser apartado de su madre, es expuesto a una serie interminable de tormentos dedicados a quebrar su fortaleza física y mental, para transformarlo así en un ser frágil y sumiso ante su nuevo amo .

Con pellizcos le indica qué hacer y qué no.

Con pellizcos le indica qué hacer y qué no.

Lo primero que se hace es encerrarlo en una jaula de madera en donde por sus dimensiones casi no pueda moverse. Una vez atados todos sus miembros e inmovilizado por completo, la tortura continúa clavándole ganchos filosos y clavos oxidados una y otra vez a lo largo y ancho de todo su cuerpo, pero especialmente en el interior de las orejas, ya que es una de sus zonas más sensibles (a la hora del apareamiento los machos perciben el deseo de la hembra identificando ondas de infrasonido). Durante más de una semana se aterra al pequeño elefante, período en el cual se lo priva de agua, comida y sueño. Quienes son parte de esto aseguran que no existe otra manera de domesticar a semejantes bestias y todos los ejemplares que forman parte de la industria del turismo tienen que pasar inevitablemente por este proceso ya que sería la única forma de asegurar que sus mahouts estén a salvo.

Y hay más. Una vez crecidos, los elefantes son sobre explotados, sufriendo quebraduras de espalda y piernas, desnutrición, envenenamiento por el agua contaminada de las ciudades y muchos otros etcéteras.

¡OJO!

Los videos que comparto a continuación son duros: contienen escenas de violencia extrema durante el Phaanjaan. ¡Tenelo en cuenta antes de abrirlos! Y si no los querés ver, podés seguir leyendo el post más abajo (sólo hay fotos de elefante en cautiverio, pero “sin ser torturados”)

Éste es un video realizado por la Animal Activist Alliance de Tailandia (las cifras que menciona son diferentes, pero las fuentes son muy desiguales).

Éste es sobre cómo cazan a un elefante pequeño en India, quien posteriormente muere.

Abolir la esclavitud

Alrededor de 50 campos de elefantes venden en Tailandia sus servicios de paseos y espectáculos bajo el rótulo de promovedores del eco-turismo y defensores de esta especie en peligro de extinción. Por su parte, los lugareños que antes entrenaban a los gigantes para tareas de carga, ahora lo hacen únicamente con el fin de comercializarlo en el mercado negro a cambio de unos cuentos miles de dólares. Las empresas lo pagan y ellos se hacen ricos (en términos monetarios).

Se convierten así en propiedad privada, y más allá de que aquella ley obliga el registro de cada ejemplar (mucha veces truchado con los papeles de otros elefantes que pasaron a mejor vida), no hay nada ni nadie que obligue a estos malvivientes a un trato digno y sin crueldad. Hacen con los elefantes lo que ellos quieren.

Un mahout baña a "su" elefante.

Un mahout baña a “su” elefante.

Al ritmo de los acontecimientos tal y cual se desarrollan en nuestros días, la tierra de los elefantes se quedaría sin ellos en sólo 30 años. Y el resto del planeta va en el mismo camino. ¿Qué podemos hacer al respecto? Al tratarse de un sistema sobre el que descansa todo un sector de la mafia de la industria turística tailandesa, mandar cartas al gobierno y firmar petitorios tal vez no solucione nada. Los hechos son públicos, conocidos y harto denunciados. Tanto como pasados por alto.

Pero sí podemos evitar ser parte del sistema. Podemos dejar de andar en elefante, de verlos bailar en un circo o de usarlos para divertir a nuestros hijos. Tenemos que ser conscientes de nuestro poder como consumidores y saber elegir a la hora de hacerlo. Pagando por ello nos transformamos en torturadores. Y si nadie lo pide, se acaba el negocio.

A la luz de los hechos, yo no pagaría nada para torturar a un elefante.

Santuarios de elefantes y voluntariados

Además de todos las empresas que sacan rédito de la tortura de elefantes, hay un santuario que, según ellos mismos y otros organismos aseguran, se dedica a curar, proteger y amar a los elefantes dentro de su entorno natural. Yo todavía no pude conocerlo, pero estuve investigando su sitio web y acá lo comparto.

Si te este artículo te pareció interesante y querés ayudar a que otros viajeros sepan lo que promueven antes de pagar por montar un elefante en Tailandia, difundilo como quieras. Sea con el boca en boca, mandando mails, escribiéndole a Lonely Planet o compartiendo este post, hagamos que lo sepan todos.  

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6 respuestas para “Caza, maltrato, tortura y tráfico de ejemplares salvajes en “El Reino de los Elefantes”.”

  1. lau dice:

    Andy! te felicito por esta nota. EXCELENTE.
    Es muy importante que viajeros como vos difundan esta realidad y enseñen que es uno mismo quien elige o no reproducir estas situaciones al pagar un tour donde participan animales.
    gracia!!!
    Lau

    Responder

    • ANDI dice:

      Hola Lau.

      Muchas gracias. Y sí, totalmente. Es que depende sólo de nosotros. Se pueden hacer mil peticiones pero la realidad es que los hechos están a la vista de todos y son conocidos por la autoridades. Lo que hay detrás de este tipo de sucesos es una gran mafia. Si no se hizo nada hasta ahora, es difícil que las cosas cambien a través de una iniciativa oficial. Por ende, lo que nos queda es tomar consciencia nosotros de nuestro poder como consumidores y dejar de apoyar este tipo de atropellos a la libertad e integridad de otros seres vivos, en este caso los elefantes.

      Responder

  2. Diego dice:

    Andy muy buena nota y documentada. Dura también. Cuando uno viaja y es testigo de la contaminación indiscriminada y el tráfico de animales, pensás “se va todo a la mierda, es imposible ir contra la corrupción estatal de los países del tercer mundo”. Es difícil de aceptar, te amarga, pero hay que seguir viaje y aportar con la experiencia. Ojalá se hagan eco de esta nota en Argentina.

    Un abrazo desde Neuquén.

    Responder

    • ANDI dice:

      Diego, ¿cómo andás? Estoy de acuerdo, es importante que quienes nos vamos enterando de las cosas, las compartamos para que otros no cometan el mismo error. Como cuento en el artículo, la primera vez que vine a Tailandia pagué por un trekking que incluía el paseo en elefante, cosa de la que después, al ver el estado en que los tenían, presos, esclavizados y muertos de hambre, me arrepentí enormemente. Por eso decidí hacer la nota, que se suma a una serie de artículos para concientizar sobre el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente que escribí para “TrancaroLa poR el muNdo”, mi primer blog de viajes, y que voy a empezar compartir también acá en VIAJOSCOPIO en estos días.

      En fin, ojalá como decís vos que la gente se haga eco y comparta los hechos así cada vez menos gente es cómplice de esto.
      Saludos.

      Responder

  3. Lorena dice:

    Muy triste!!! y te apoyo en eso de que no seamos parte del sistema y no fomentemos mas el maltrato!. Saludos.

    Responder

    • ANDI dice:

      Hola Lorena! Es muy cruel. Gracias por el apoyo y la difusión! Es lo único que podemos hacer por el momento, pero cuanto más gente lo sepa, más vamos a poder ayudar!
      Saludos!

      Responder

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Acerca de ANDI

En agosto del 2010, habiendo estudiado Cs. de la Comunicación y trabajado dos años y medio como creativo publicitario en agencias internacionales, decidí renunciar a mi carrera de publicista para empezar a dedicarme a cumplir el sueño de viajar por el mundo. Hoy improviso destinos de la mano de VIAJOSCOPIO, mi segundo blog de viajes y aventuras, en donde comparto con todo el mundo fotos, videos, aventuras, personajes, curiosidades, itinerarios, datos útiles para viajeros y todo lo que sume para motivar, inspirar, soñar y concretar.

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