Si hay en el mundo ciudades que ponen a prueba al viajero una de ellas es sin dudas La Paz. Con sus 3600 metros de altura repercutiendo en la cabeza con cada nuevo paso hacia arriba, veredas ocupadas por mercados, stands y manteros hasta en sus más recónditos recovecos, un sinfín de minibuses escurridizos que alborotados se amontonan entre los carriles dejando paso casi nulo a los transeúntes que quieren cruzar la calle y mucho amigo de lo ajeno, las jornadas en la capital boliviana se hacen largas y extenuantes.

Se necesitan, entonces, noches de las más placenteras. Y eso es precisamente lo que se disfruta en las mega-habitaciones del Hotel Mitru La Paz, muchas de las cuales son tan o más grandes (y cómodas) que un mismísimo departamento. El plus, en este caso, es que aquí además se goza de todo lo que en la propia casa uno tendría que hacer por su cuenta: servicio a la habitación, limpieza excelsa, desayuno continental, reserva de taxis, información sobre la ciudad y atracciones cercanas, etc.

Todo en este paraíso hotelero es de primera calidad, desde sus camas grandes, suaves y acolchonadas, pasando por las inmersiones de agua caliente y hasta la atención cálida y personalizada de sus empleados. En el cuidado de los detalles descansan las 4 estrellas del Mitru, a tal punto que la última mañana hasta nos ofrecieron especialmente y sin que lo solicitáramos, tenernos listo el desayuno a las 5am.

Son sólo 5 minutos en minibus los que separan al Mitru La Paz de la vorágine del centro, pero esa mínima distancia es a su vez la que le permite al viajero disfrutar de un barrio tranquilo y ameno, con plazas y restaurantes a pocos metros de la esquina. El combo cierra perfecto, ya que nada mejor que un oasis de confort y relax para cargar por las noches la energía que al día siguiente robará una ciudad que avasalla los sentidos.