Llegar a Udaipur y Rajastán después de haber podido apreciar con propios ojos lo fea que es Agra es un mimo al sentido estético de cada uno.
De entre todas las cosas que hacen de la ciudad de los lagos una de las más lindas desde que hace dos meses llegamos a india, las pinturas callejeras se llevan un gran protagonismo. Mientras se camina por sus callecitas angostas, a cada lado diversos ejemplos de arte van decorando el paseo. Y así como están las expresiones que podrían calificarse como street art, también y por primera aparecen sistemáticamente dibujos y figuras que cuentan un poco de la historia de la familia que habita la casa que se usó como lienzo.
Rajastán, el más grande de los estados del noroeste de India, estuvo históricamente gobernada por los Rashput (del sánscrito rasha-putra: “hijo del rey”), uno de los clanes patrilineales del país que comenzó su hegemonía en el siglo VI al consolidar varios reinos en la zona. Los miembros de esta clase, destacados por su fama de grandes guerreros, se reconocen a sí mismos como descendientes de los chatrias, la segunda casta de la cultura hinduista y que está a su vez conformada justamente por guerreros gobernantes (ver PASA EN INDIA – La sociedad se divide en castas…).
Se trata de uno de los grupos más poderosos, y en el marco de una sociedad que todavía se rige por la división en castas, no es para sorprenderse que lo resalten constantemente. Una de las formas es decorando las paredes de las casas con pinturas sugerentes cada vez que se consolida un nuevo matrimonio. Los caballos, representando la fuerza y el poder, y los elefantes, aludiendo a la riqueza, son los dos pilares de la simbología Rashput.
Esta costumbre que viene de la vieja época, es una de los detalles que hacen de Udaipur una ciudad pintoresca en la que a cada paso se respira más y más historia para seguir descubriendo.
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